Luis Bermejo acude a nuestra cita un poco antes de su ensayo. Están dando los toques finales a Los mariachis, de Pablo Remón, y el proceso de creación de su personaje va, poco a poco, teniendo encajadas casi todas las piezas del puzle. Cercano, humilde y sereno, aprovechamos para preguntarle al actor cómo afronta los proyectos en esta etapa de su trayectoria.
Para empezar, cuéntanos, ¿quiénes son los mariachis?
Yo no lo sabía, pero al parecer, en una SICAV, los mariachis vienen a ser los testaferros. Pero la historia, para mí, trata sobre la corrupción. El protagonista es un político al que han echado del partido, y del que sabemos que, estando llamado a declarar, no se ha presentado a juicio. Decide irse a su pueblo, el lugar ancestral de su infancia… Allí están sus tres primos, uno de los cuales interpreto yo. Y lo que sucede allí, le lleva a tomar una decisión… que no te voy a contar.
(Luis Bermejo se ríe, y la sonrisa permanecerá en sus ojos durante toda la entrevista.)
Es una comedia, yo creo que va a ser descacharrante. Tiene mucho humor berlanguiano, de Azcona, mucho humor negro. Te estás riendo porque estás viendo algo muy retorcido pero de pronto se te congela la sonrisa porque te das cuenta de que te reconoces en esa situación.
Con todos los escándalos de corrupción de los que se habla hoy en día, ¿esta obra es casual o causal?
Sería absurdo que dijese que no tiene nada que ver con la actualidad, es una obra pegada a la actualidad. Yo creo que a todos nos interesa el tema de la corrupción, y desde muchos ángulos. A mí me interesa qué le lleva a una persona a delinquir. ¿Qué motiva a una persona a meter dinero en una caja que no es suya? ¿Cómo es esa persona? ¿Cuál es su relación con los demás? ¿Tiene sentimiento de culpa? ¿Qué piensa su familia cuando le pillan una mentira?
¿Cómo es el proceso de trabajo con Pablo Remón?
Yo había trabajado con Pablo en un corto y me pareció que la manera que tiene de trabajar, aunque no es work in progress, es un proceso muy abierto. Va construyendo la historia a medida que va avanzando con los ensayos. Él tiene armado en la cabeza un recorrido, pero va probando escenas, va cambiando otras… Durante los ensayos hay un permanente redescubrir.
Lo cual se agradece, ¿no?
Sí, bueno, a veces la zozobra aumenta. La sensación de estar perdido y de no saber por dónde tirar… En general, en un proceso de ensayo hay muchos interrogantes, pero poco a poco, uno va contestándose a preguntas y va teniendo más certezas. Así y todo, en un proceso tan abierto como este, te asaltan dudas. No es como un texto ya cerrado, donde tienes que interpretar al Rey Lear. Aquí tienes que interpretar con propiedad… ¿qué personaje? Porque está en continuo cambio. Está más vivo en este sentido.
¿Cómo abordas entonces la construcción del personaje?
Mi búsqueda está en estar implicado emocionalmente con lo que estoy haciendo, tratar de encontrarle asideros al personaje: ahora le pongo esto, ahora le quito estas dos cosas. Lo construyo desde la verdad. Al final se trata de jugar con propiedad a ser otro, y apelar a la intuición, que es el arma más descomunal del actor. Piensas que es por aquí, así que vas y lo haces.
¿Qué nos cuentas de tu faceta como director?
Hace tiempo ya que no dirijo; lo último fue El Quijote, con José Sacristán. Pero sobre todo por cuestiones organizativas. No concibo este oficio estando en una serie o una obra de teatro y dirigiendo por las noches. Cuando vuelva a dirigir será porque me salga contar una historia. A la faceta de Luis Bermejo, director, le he dado las herramientas que he ido adquiriendo como actor, y las he puesto a su servicio.
Y cuando interpretas, ¿te diriges también?
Más que dirigirte, te juzgas. Todos tenemos a un crítico interno, pero actuando esto se amplifica: todo, absolutamente todo lo que te puedas imaginar, está en permanente juicio. Parece que cuando estoy actuando me vienen a ver los monjes encapuchados con cadenas a sacudirme. Ésa es mi principal pelea. Se trata de ser un poco más benévolo conmigo mismo.
Has trabajado con directores consolidados y otros poco conocidos. ¿Te gusta trabajar con gente nueva?
A mí lo que me motiva son las carreteras secundarias. Las carreteras principales y las autopistas están muy bien, pero a veces pueden ser un poco aburridas. Cuando se plantean carreteras secundarias, me gustan. No es algo que yo haya ido eligiendo. Es cierto que ahora puedo elegir no hacer ciertos trabajos, pero yo no he ido diseñando una carrera; me movía a base de pensar “esto me gusta, lo voy a hacer”. Salí de la escuela, me puse a trabajar, formaba parte de Animalario; y luego la vida me ha ido llevando a La Abadía, al Centro Dramático Nacional, he trabajado en los Teatros del Canal, etc. No he tramado nada, se me ha ido dando.
¿Y hay alguien con quien Luis Bermejo quiera trabajar?
Juan Cavestany me parece uno de los mejores autores y directores de este país. Yo aspiro a repetir con él. Y me encantaría trabajar con mucha gente. Estoy vivo. Sigo con ganas de hacer mis propias cosas. Tengo en la cabeza hacer una historia sobre la Biblia. También tengo muchas ganas de que la película de El rey se estrene.
¿Cuándo se estrena ‘El rey’?
Si por mí fuera, ¡cuanto antes! Es difícil. Es una peli controvertida, y estamos en un momento donde se nos está llenado el cuerpo de miedos. Me parece muy preocupante. Vengo de ver las noticias y hay cosas que son marcianas.
Creo que con Los mariachis ocurrirá lo mismo. Habrá gente que dirá ‘esto no pasa’, pero seguro que la realidad supera a la ficción.