¿Qué le pasaría a un monigote de señalética si tuviese vida propia? ¿Y si además tuviese el espíritu alternativo de los espectáculos de la Sala Negra?
De esta premisa partieron Carlos Abril y Cristina Baringo, los fundadores de Hecho con mogollón de amor, y quienes se han encargado de indicar el camino al público que se dirija al espacio off de los Teatros del Canal. “Lo mío con la Sala Negra ha sido un flechazo” –nos cuenta Carlos–; “en cuanto la vimos y nos dijeron qué tipo de obras se programan, nos dimos enteros al proyecto”. Un proyecto en el que han tenido carta blanca para proponer ideas fuera de lo habitual, algo que, explican, es un lujo que se disfruta escasamente en el mundo del diseño gráfico.
Una señalética «incorrecta»
¿Pero qué es esto de la señalética? Aunque la palabra aún no está aceptada por la RAE, dentro del diseño gráfico se usa para referirse al conjunto de símbolos y señales que guían u orientan a una persona dentro de un espacio determinado. Son esos muñecos que nos indican qué baño debemos utilizar o dónde está la salida de emergencia, y que nos previenen de introducir el pie entre coche y andén cuando vamos en Metro.
«Normalmente, todos los monigotes son iguales, las flechas tienen el mismo diseño, y todo tiene que tener una misma dirección –explica Abril–; se supone que la gente está tan acostumbrada a estos símbolos, que si quieres llevarlos a algún sitio no te puedes salir de ahí».
Pero la señalética que lleva a la Sala Negra está acorde con su espíritu diferente, y de cierta inconformidad. Son, como los llaman Cristina y Carlos, “monigotes gamberros”. Cada vez que se enfrentan a una subida o esquina, cada vez que llegan a un ascensor o hay un no pasar, nuestros guías experimentan una reacción diferente, se convierten en astronauta, en león, o en una amenazante calavera. «Es casi lo contrario de lo que sería correcto», comentan sus creadores.
La experiencia de la Sala Negra
De manera global, el proyecto trata de incluir el trayecto dentro de la práctica de ir al teatro: “Desde que se compra la entrada hasta que se llega a la sala y comienza la función, todo es parte de la experiencia de la Sala Negra”, explica Abril. Especialmente al tratarse de un espacio característico, con más de 35.000 m2 , y donde conviven tres edificios en uno (oficinas, salas de representación y el Centro Danza Canal).
“Cuando vinimos a hacer el recorrido teníamos claras tres o cuatro ideas, pero según íbamos paseando por el teatro nos venían a la cabeza mil imágenes” –confiesa Carlos. Tanto es así que “hay muchas que se han quedado en el tintero, porque eran demasiadas”, añade Cristina.
A pesar de las dificultades, los diseñadores se muestran convencidos de haber logrado su propósito. “Lo complicado en comunicación es hablarle a tu público, y aquí teníamos muy claro a quién nos dirigíamos. Yo creo que a la mayoría le gustará”, adelanta el padre de las criaturas gráficas.
El dulce momento del diseño en Madrid
La señalética poco habitual de la Sala Negra es un ejemplo más del ‘boom’ que está viviendo el diseño gráfico en Madrid, pisándole los pies a Barcelona, que solía ser la ciudad española pionera en este ámbito. “La gente se va dando cuenta de que no solo se trata de comunicar, sino de cómo comunicarlo”, explica Carlos. Algo que según ellos, no teníamos muy claro en España, pero tampoco en el extranjero: «Ni siquiera en Londres, que muchos tienen como la Meca del diseño, o en Estados Unidos, donde lo quieren grande y ya está”.
Desde ‘Hecho con mogollón de amor’, Carlos y Cristina han visto cómo las cosas daban un giro de 180 grados, propiciado también por la ventana infinita que supone Internet. Este, lo tienen claro, es el momento del diseño en España.

Una persona se deja guiar a la salida del espectáctulo.