Teatros Canal
Después de más de treinta años de profesión, Rafael Álvarez, ‘El Brujo’, dice no haber perdido las ganas de hacer teatro: “Hacen falta una voluntad pertinaz y una obstinación en conseguir tus objetivos muy fuerte. Debido a la situación económica general, hay una desvalorización del hecho teatral. Cuando se cuestiona la sanidad y la educación, ya la cultura ni se cuestiona, está excluida del debate. El teatro se considera un lujo. Pero la cultura, la sanidad y la educación son un todo”.
A pesar de las dificultades, ‘El Brujo’ vuelve a los escenarios con El asno de oro, un monólogo inspirado en la que se considera la primera novela latina, del autor Lucio Apuleyo: “La gente se va a reír mucho, porque al protagonista le pasan cosas divertidísimas”. El personaje principal de la obra se ve convertido en asno por el mal uso de la magia (otro tema importante en la obra), pero conserva su alma humana. Cuando lo descubren comiendo pasteles, se dan cuenta de su gusto refinado, y deciden entrenarlo: “Le montan una gira mundial por todos los teatros romanos, como si fuese Lady Gaga. Mi parte favorita es cuando el asno va a Mérida y dice que no lo entienden porque había allí algunos más asnos que él. ¡Lo dije en Mérida y me divertí mucho!”
Rafael Álvarez, ‘El Brujo’, en un momento de la representación de ‘El asno de oro’.
Según ‘El Brujo’, existe un cierto ‘postureo’ en el mundo del teatro. “El público dice que quiere lo que le hace disfrutar. Pero hay quien pretende ser culto, o el nuevo rico de la cultura, que no tiene elementos claros de juicio y de criterio, y le parece más esnob un montaje japonés sobre El Quijote, que un espectáculo de un cómico que usa técnicas que van desde Lina Morgan a la Comedia del Arte. A muchos programadores les parece que eso no es tan digno de quitarse el sombrero como la Cultura con mayúsculas”.
‘El Brujo’ y el teatro de antes
Y es que ya no se hacen obras de la misma manera que se hacían antes, se lamenta Álvarez: “El teatro ha sido absorbido por la imagen mediática. El viejo teatro, que estaba fundamentado en una retórica gestual y de la palabra, se ha perdido. Yo creo que soy uno de los pocos que tienen todavía eso”.
Quizás sea por su forma de saborear las palabras, o porque encarna la figura del actor como oficiante de una ceremonia ritual que él mismo da por perdida, ‘El Brujo’ sigue llenando teatros. Y se sabe afortunado por ello: “He conectado con el público. Recuerdo cuando empecé a tener éxito en el teatro, que alguien me preguntó adónde quería llegar, y yo le dije que quería establecer un contacto directo con el público. Quería tener el teléfono rojo directo, sin mediación de la crítica ni de los empresarios”.
Este actor nacido en Lucena (Córdoba) ha conseguido su objetivo sobre las tablas, pero también en su vida cotidiana. ‘El Brujo’ no se compromete con nadie y habla sin tapujos, tanto para las críticas como para los elogios: “Hubo una generación de grandes, que termina con Rodero, con Fernán Gómez, con Carlos Lemos, Flotats, José Luis Gómez, Albert Boadella…, a los que la gente iba a ver hicieran lo que hicieran. Pero la gente ya no disfruta de eso, ya no se fascinan tanto. ¿Dónde están, en la generación que ronda ahora los 30, los que hayan seguido por ese camino?”, se pregunta en alto, a medio camino entre el reto y la retórica. “Tendrás que dejar discípulos”, le decimos. Y él se ríe, con la seguridad de quien se ha ganado un lugar distinguido en el podio del teatro.
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