¿Se imaginan un teatro en el que los niños se sintieran como en casa? Vienen para explorar cada detalle gracias a las visitas guiadas, a disfrutar de una obra con las campañas escolares y acompañados de sus padres a la programación familiar. Pero también están los niños que se convierten en usuarios de las salas del Centro de Danza Canal, ubicado en las instalaciones del teatro. Hay determinadas horas en las que los pequeños toman el relevo de los adultos entre estas paredes y ensayan para convertirse en la prometedora cantera de las artes escénicas.
Los Pequeños Cantores de la JORCAM
Aquí se reúnen, por ejemplo, los Pequeños Cantores, el coro de los niños de la Joven Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (JORCAM). Me cuelo en dos ensayos y no puedo pasar desapercibida, los niños me miran con curiosidad. ¿Quién es la chica que no deja de apuntar cosas en una libreta?
En el primer ensayo no doy crédito. La sala, en un segundo, pasa de ser un sobrio espacio para la danza a estar repleta de chaquetones de colores y mochilas de «Hello Kitty». Ahí se reúnen los más pequeños de los pequeños, los nuevos. Los que consigan llegar a un determinado nivel pasarán a formar parte de los famosos Pequeños Cantores.
Cantan a dos voces, dirigidos por Ana González, y son más disciplinados de lo que jamás pude imaginarme, tratándose de un grupo que va desde los 5 a los 8 años. Han pasado una prueba en la que se valoraron sus voces y asegura Víctor Gil, director técnico de la JORCAM, que desde el primer segundo se sabe si tienen oído y si tienen un puesto en este coro.
Los sonidos de los ángeles
Un día después me encuentro en una sala similar con 60 niños que van desde los 8 a los 16 años. Si Ana no me dice que son los calentamientos, yo hubiera seguido grabándoles pensando que esas simples “u” o esos “blu blu” que salen de sus gargantas son los sonidos que emiten los ángeles.
Los divertidos colores y la informalidad de su indumentaria contrastan con la seriedad que reina mientras ensayan, aunque a veces, y siendo fieles a la realidad, en los parones surge el desmadre, la charla, las risas. No lo olvidemos, son niños. Preparan el próximo concierto. A algunos les falta terminar de aprenderse las letras. Los más pequeños se sientan delante y los mayores detrás. Y no faltan, como en toda clase, la niña aplicada que quiere responder a todas las preguntas de la profesora, el remolón, el niño bueno… Pero lo mejor es cerrar los ojos y oírles; lo hacen como si no les costara trabajo alguno.
Ilustración: Louis-Maurice Boutet de Monvel / Foto: Jaime Villanueva