Déjate de pócimas y ungüentos para cultivar la pasión en tu vida, porque sabes tan bien como nosotros que no te van a llevar a nada. Si de verdad quieres ponerle vitaminas al corazón, te recomendamos que sigas dos sencillos pasos, que te van a re-conectar con tus raíces, con la alegría por las pequeñas cosas buenas de la vida, y con el desahogo de las malas. El fado y el flamenco son los dos ingredientes de nuestra receta.
Qué son el fado y el flamenco y para qué se utilizan
“El fado es la fatiga del alma fuerte”, decía el poeta portugués Fernando Pessoa. Nacido en los barrios humildes de Lisboa, el fado se originó (según una de las teorías) como un canto que entonaban los marineros cuando dejaban su tierra, así como sus mujeres se quedaban con la mirada en el puerto esperando su destino. Tal es el significado de la palabra fado.
El origen del flamenco también ha dado lugar a varias hipótesis, siendo las más aceptadas aquellas que hablan de sus raíces árabes y/o de su creación por parte de los gitanos. En lo que sí se ponen de acuerdo los estudiosos es en que el flamenco comenzó como género en la baja Andalucía del siglo XVIII.
Antes de tomar fado y flamenco
Conviene tener claros dos términos importantes antes de experimentar con estos dos excipientes: la saudade y el duende son los 
elementos característicos que dotan de verdadero arte al fado y al flamenco.
No hay una traducción para la palabra saudade, aunque quienes la sienten la explican como un sufrimiento placentero, o un gusto que duele. Esa mezcla de melancolía y esperanza que solo se puede comprender en Portugal, inunda las letras de este género, y sobre todo, se desborda en las voces de quienes lo cantan.
Igualmente difícil de explicar es el duende, por mucho que la RAE o Federico García Lorca hayan tratado de definirlo. El duende suele hacer referencia a la interpretación del cante o el baile flamenco, más que a su ejecución, y va un paso más allá del talento o la inspiración. O se tiene o no se tiene, no hay manera de buscarlo ni técnica para aprenderlo. Pero una cosa es sencilla: reconocerlo.
Cómo tomar el fado y el flamenco
Si nos ponemos puristas, el fado debería administrarse en los restaurantes lisboetas conocidos como casas de fado, y el flamenco en los tablaos tradicionales de Sevilla o Madrid.
Sin embargo, el fado y el flamenco son dos artes nacidas del pueblo y para el pueblo, y eso las convierte en tremendamente adaptables: la dosis puede ser tan alta como deseemos (de hecho, cuanto más, mejor), puede suministrarse en cualquier escenario, y de manera disociada o conjunta. No es la primera vez que el fado y el flamenco se fusionan, como en el Festival de Badajoz, o en la gira que Dulce Pontes y Estrella Morente realizaron en 2008, donde interpretaban composiciones españolas y portuguesas en un concierto que invitaba a reflexionar sobre cómo dos culturas pueden convivir (y apoyarse) juntas.
Posibles efectos adversos
Se ha observado que cuando uno asiste a un espectáculo flamenco no puede evitar celebrar la maestría del artista, con voces como “arza” y, sobre todo, “ole”. Es importante no intentar reprimir dichos efectos, ya que ayudarán considerablemente a la vivencia del espectáculo y contribuirán a la efectividad de la receta.
Es también común la aparición de lágrimas en quienes escuchan los fados portugueses. Esto es debido a la emoción que provocan los cantos y su conexión con los sentimientos del público, pero no es preocupante. Al contrario, se trata de una manera de desahogarse y de empatizar con las penas o alegrías de quien cuenta su historia.
Conservación
El fado y el flamenco son considerados por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo que sin duda ayuda a su protección y conservación. Ni el fado ni el flamenco tienen fecha de caducidad, y se aconseja que se mantengan bien cerca del alcance y la vista de los niños y de todos los miembros de la familia.
Email
Imprimir