Para aquellos que no hemos ido desde niños a clases de ballet; ni hemos tenido la suerte de encontrarnos con la danza, sea como espectadores o como intérpretes, en nuestra juventud o vida adulta, resulta un poco difícil imaginarse qué es eso de un “centro coreográfico”. La palabra nos recuerda a biblioteca, a investigación, a experimento o, en el peor de los casos, a ramo de flores en una mesa bien decorada.
El Centro Danza Canal, ubicado en los Teatros del Canal, es el Centro Coreográfico de la Comunidad de Madrid y es, a la vez, todas y ninguna de estas cosas. Por sus cinco plantas se distribuyen nueve salas de ensayos, dos camerinos colectivos, cuatro camerinos individuales, una sala de masaje y estiramientos, y la cantina; a disposición de los profesionales de la danza, que a diario inundan el Centro para crear sus nuevos espectáculos. Para acceder al uso de estas instalaciones (¡que están consideradas entre las mejores de Europa!) se convoca cada año un programa de residencias temporales, al cual los artistas pueden presentar sus proyectos coreográficos, y ser seleccionados atendiendo a su calidad, su originalidad, etc. En la convocatoria actual (la quinta desde que se comenzó con la iniciativa) se han admitido hasta 34 proyectos coreográficos, repartidos a lo largo de 2013.
Es precisamente porque las obras que se ensayan en el CDC no están terminadas, por lo que sus salas tienen mucho de investigación, de experimentar con el cuerpo. Jean Philippe Dury y su compañía, Elephant in the Black Box, buscan la mejor forma de que los bailarines se suban el uno al otro. El Ballet flamenco de Cecilia Gómez gira: ¿mejor hacia la izquierda o a la derecha? Manuel Martín explica: “avanzas esta pierna primero y el brazo después…” Pruebas todas necesarias en el proceso de creación de un espectáculo.
La otra característica principal de un Centro Coreográfico (o al menos, de éste) es la interrelación. Los bailarines coinciden en los camerinos, en los pasillos, en la cafetería. Los coreógrafos se inspiran en el movimiento de otros artistas, los directores comparten sus ilusiones y sus frustraciones con los de otras compañías.
Bien dicen que el alma de un lugar se la da la gente que lo utiliza. En el CDC conviven la creación, la producción y la exhibición coreográfica; lo que lo convierte en un lugar de trabajo dinámico, abierto, vital, en definitiva, el corazón de la danza.