La primera vez que Ennio Marchetto se puso uno de sus disfraces de papel cartón, hace 22 años, no fue sólo por la influencia del carnaval de su Venecia natal desde que era un chaval. Fue tras despertarse de un sueño, discutiblemente erótico: “Lo recuerdo así, de repente. Me levanté, recorté en cartulina la forma de un vestido como los que llevaba Marylin [Monroe] y me lo puse frente al espejo”, asegura en un castellano casi perfecto entre las bambalinas de la Sala Verde de los Teatros del Canal, días antes del estreno de su irreverente show.
Desde entonces, lleva dando la vuelta al mundo con una maleta de cuero comprada a un artesano genovés. Increíblemente impecable a día de hoy, con ella ha recorrido estaciones de tren, autobús y aeropuertos de los cinco continentes. De un metro de alto, en forma de tubo, con un asa y sus iniciales inscritas sobre la tapa: “em”. En ella, caben irremediablemente bien avenidos aderezos de medio centenar de personajes recortados en papel cartón (estrellas y estrellados, vivos y en mejor vida, ficticios y reales). Todos revueltos en aparente caos hasta el momento de cobrar vida sobre el escenario.
Un vestido imposible de Tina Turner, el brillantoso de Cher. El batín de Van Gogh, un faldón de la reina de Inglaterra, el mono de Elvis Presley. Un peto de Pinocho, el busto desnudo de la venus de Botticelli. El traje de un director de orquesta que se convierte en Miguel Bosé y, después, en Raphael. En una bolsa negra, de la que ha ido echando mano puntualmente, como de su más estrecho colaborador (el holandés Sosthen Hennekam), más aderezos inevitables: la pizarra de Einstein, un pelucón de Frida Kahlo, otro de Rafaella Carrá o el semblante de Lola Flores, a lo Picasso. La dentuda sonrisa de Freddy Mercury, la pelambrera de Alaska… Todas las siluetas están apiladas esta tarde bajo la penumbra de un par de focos en esta tenebrosa sala sin público a estas horas, sobre una mesa que podría ser la de un ebanista o un alfarero.
De su trabajo dice que es como “crear un dibujo animado viviente”, y asegura no poder vivir «sin el velcro». Sobre su espectáculo, el señor Marchetto, de fibrosa planta, labios carnosos perfectos para gesticular y al borde de los 60 años, habla de reminiscencias del teatro de Carlo Goldoni (padre de la comedia italiana), el moderno legado teatral de la alemana Pina Bausch y los music halls neoyorquinos que frecuenta cuando viaja con su particular apéndice (que asegura nunca haber perdido) al país del “Yes, you can”. “Es una fusión de clown, transformismo y pop art”, concluye.
La tarde sigue, y los recortes fantasmales permanecen en la oscura sala, hasta el momento clave: «¡Comienza el show!» Hasta 50 iconos reconocibles (desde la Mona Lisa a Lady Gaga), se suceden vertiginosamente en escena durante una hora de duración, al ritmo de la música. En muchos casos, la del play-back. Cada uno tiene sobre el escenario al menos sus 15 segundos de gloria, aludiendo a aquéllo que vaticinaba Andy Warhol, abanderado del arte de vanguardia, quien por cierto, no aparece entre sus cerca de 350 recreaciones insuperablemente frikies de su historial artístico. Es su particular homenaje al mundo del cómic. Y todo metido en esa caja de pandora de piel, sospechosamente tan bien conservada como el repertorio de existencias fugaces de cartón de su interior. Con ella recorre el mundo, a modo de destripador cómico en serie.
Una maleta llena de triunfos, fracasos, sueños, recelos, desencantos, ambiciones… En definitiva, de pequeños pedazos de todos y cada uno de nosotros mismos.
Ennio Marchetto. Del 26 de octubre al 6 de noviembre de 2011. Entradas, precio único: 25 €. Más información y venta de entradas en www.teatroscanal.com.
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