El fantasma del teatro más conocido es sin duda el fantasma de la ópera, pero no es el único. Las compañías internacionales que cada año visitan Madrid en el Festival de Otoño a Primavera son sabedoras de un buen puñado de anécdotas capaces de poner los pelos de punta. ¿Cuánto hay de sugestión en ellas? ¿Deberíamos suponer que para los teatros es beneficioso tener una leyenda que embruje sus escenarios? Comparamos mito y realidad de los fantasmas más teatrales de Europa.
El fantasma del teatro más musical
De toda la literatura surgida en torno a los espectros hay uno que brilla con luz propia, y es el protagonista del musical de Andrew Lloyd Webber. El fantasma de la ópera se basa en una novela escrita por Gastón Leroux, que se publicó en 1910. Tanto los escépticos como los convencidos de la existencia del personaje todavía debaten acerca de la veracidad de esta leyenda. El propio escritor comenzaba su relato asegurando que la historia es real y que había podido comprobarla en sus visitas a las cuevas subterráneas del edificio.
Más allá de la literatura, hay ciertos pasajes que sí ocurrieron en realidad: la lámpara de araña del teatro cayó en picado sobre el patio de butacas durante una representación, el 20 de mayo de 1896, causando la muerte de una persona, y dando alas a la especulación primitiva sobre el fantasma.
No cabe duda de que la leyenda ha favorecido la fama de la Ópera de París, también conocida como Palacio Garnier. En sus visitas guiadas, sin embargo, la institución se mantiene discreta y no menciona nada al respecto del fantasma del teatro. ¿Incredulidad o precaución?
Keep calm… y saluda a los fantasmas
La ciudad de Londres cuenta con más de 30 teatros y casi todos ellos tienen un fantasma ‘descubierto’ más o menos recientemente. Los espíritus suponen una fuente de ingresos añadida a la venta de entradas de los espectáculos, ya que se organizan rutas por los más misteriosos teatros de la ciudad.
El más ‘poblado’ es el Drury Lane Theatre, que cuenta con varios espectros propios. El fantasma del teatro más antiguo es Dan Leno, un actor de finales del siglo XIX, que con 43 años se volvió loco y acabó muriendo en extrañas circunstancias. Aunque es poco probable que se deje ver en escena, al pasar por la puerta del que fue su camerino se le puede oír ensayando, y su perfume se sigue oliendo desde el escenario… Al parecer, el actor sufría de incontinencia y trataba de camuflar el olor con cantidades ingentes de perfume de lavanda.
Mucho más evidente es el hombre de gris, que sin ningún tipo de escrúpulo aparece delante o detrás del telón, e incluso propina patadas a los trabajadores del teatro. La leyenda dice que se trata del alma en pena de un hombre cuyo esqueleto se encontró durante una reforma del teatro, en una habitación tapiada.
En el Drury Lane se ha visto también al fantasma del clown Joseph Grimaldi, que tuvo que retirarse del teatro por una enfermedad que le causó la muerte. Se dice que Grimaldi pidió ser decapitado antes de que le enterrasen y que su cabeza ronda todavía por el teatro que le vio actuar en vida.
Pero los espíritus ingleses no eligen solo los teatros de la capital para instalarse. El circuito de videovigilancia del Teatro Brookside, en Roomford, grabó una silla que era movida, según dicen los responsables, por el fantasma del edificio. Las imágenes son dudosas pero ¿por qué querría un teatro tener actividad paranormal si no es por el caché asociado a estas historias?
Fantasmas en casa
En España también nos hemos sumado a la tradición de percibir la presencia de almas que vagan por los teatros. Una de las leyendas más conocidas es la de Lola Membrives, el fantasma del Teatro Lara de Madrid.
Pero la historia más sorprendente es la de la actriz de variedades Conchita Robles. En 1922, durante una representación en el Teatro Cervantes de Almería, su marido irrumpió pistola en mano en pleno ataque de celos. El primer disparo mató a uno de los acomodadores, que se interpuso tratando de proteger a Conchita, quien recibió sin embargo el segundo tiro. Desde entonces, según cuentan, ambas almas vagan en pena por el anfiteatro, y sus constantes apariciones consiguieron atormentar a un tramoyista hasta el punto de acabar quitándose la vida colgado de una de las varas del teatro. Su espíritu ronda ahora por el peine y muchos técnicos dicen sufrir escalofríos cuando trabajan por esa zona.
Dejamos a la interpretación de cada uno cuánto hay de realidad en estas leyendas, que contribuyen sin duda al encanto del teatro. Pero además de sus fantasmas, los teatros guardan muchos otros secretos, ¿te atreves a descubrirlos?