Del West End a Broadway pasando por los teatros de Madrid

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Sus temáticas traspasan fronteras; sus personajes son tan fácilmente identificables que todo el mundo conoce a alguien como ellos; los sentimientos que tratan son universales y la calidad de la puesta en escena está fuera de duda. Los montajes de teatro a los que nos referimos suelen cumplir estas características y algunos de ellos, con un poco de suerte, acaban siendo producciones que cruzan el charco entre los escenarios de Broadway, en Nueva York, el West End de Londres, y los más importantes teatros de Madrid.

Los teatros de Madrid, espejo de Londres o Nueva York

Los primeros espectáculos que nos vienen a la mente son los musicales, esas grandes producciones que llenan durante meses y meses los teatros de la Gran Vía madrileña, a la vez que se representan en Estados Unidos y Gran Bretaña. Es el caso de El rey león, Mamma mía o Los miserables. Pero los musicales no son los únicos montajes que viajan a nivel internacional. Las grandes compañías de danza españolas (liberadas de la barrera del lenguaje) a menudo exhiben sus piezas en países asiáticos, por poner un ejemplo, donde su arte es muy admirado.

Los teatros de Madrid se apuntan a este fenómeno, previo cambio de elenco. Así por ejemplo, One man, two guvnors se estrenó en el National Theatre de Londres y, tras su éxito, hizo temporada en dos teatros del West End, además de una gira internacional por China y Nueva Zelanda, y tres giras por Reino Unido. También los empresarios de Broadway decidieron llevar la obra a su territorio, con un reparto americano. En España, por primera vez se podrá ver este montaje titulado Dos peor que uno (adaptación de Paco Mir de Arlequín, servidor de dos patrones de Godoni) en los Teatros del Canal a partir de marzo de 2015. Los protagonistas de este elenco son los cómicos Fernando Gil y Miren Ibarguren. 

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Fernando Gil, Miren Ibarguren y Peter Vives en el cartel de ‘Dos peor que uno’

Ser o no ser Hamlet, esa es la cuestión

A esta moda de montajes teatrales que viajan por los mejores escenarios del mundo, se suma la de los actores de renombre en las pantallas que deciden participar en estas producciones. Para ejemplificarlo, volvamos de nuevo a la escena teatral londinense. Todos los años se programa al menos un montaje de Hamlet en el que un famoso actor cinematográfico o televisivo se pone a prueba encarnando al príncipe de Dinamarca: ha sido el caso del hollywoodiense Jude Law, David Tennant (el actor que encarnaba a Doctor Who en 2009) o Benedict Cumberbatch, a quien vemos en nuestras pantallas como el Sherlock del siglo XXI.

¿Por qué actores cuya carrera y cartera están en alza deciden subirse a un escenario a decir las mismas frases cada noche? Puede sonar a cliché, pero el teatro tiene un nivel de exigencia actoral muy distinto al de un set de televisión o a un rodaje televisivo, y esto supone un reto para los intérpretes, sin dejar de lado el contacto con los espectadores, y el placer de representar una función que está viva gracias a su público.

En España no tenemos un Quijote famoso cada verano, pero sí ocurre que actores reconocidos por sus intervenciones en películas o series de televisión, tratan de subir de manera regular a los escenarios para dar lo mejor de sí. Esta temporada ya vimos a Sergio Peris-Mencheta y Roberto Álamo en los teatros de Madrid con Lluvia constante, y ahora es Fernando Gil quien compagina su personaje en El príncipe con Dos peor que uno, al lado de otra habitual de la televisión, Miren Ibarguren, a quien veíamos hace poco como la hija perdida de Aída.

La puerta giratoria entre el papel, el teatro y la pantalla

Si hablamos de viajes escénicos, no podemos dejar de lado los que atraviesan el formato papel para convertirse en éxitos tridimensionales. Libros como Matilda, de Roald Dalh, han sido adaptados para cine y como montaje musical (en este caso por la Royal Shakespeare Company, nada menos).

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El cartel de Matilda, de Roald Dahl, en su adaptación a espectáculo musical

Pero también sucede al revés, como ocurrió con La cena de los idiotas –llevada al cine tras su estreno teatral-, o la puesta en escena de los sketches que los Monty Python crearon para su programa de televisión Flying Circus.

El arte de la interpretación no tiene fronteras. Los montajes, los actores y los formatos han dejado de serlas.

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