Teatros Canal
Son inseguros a la vez que arrogantes, pasan en un segundo del amor al odio (y viceversa) y tienen toda la vida por delante. Los adolescentes se enfrentan a una nueva etapa en sus vidas en la que empiezan a hacerse preguntas algo más profundas, las que tienen que ver con su propia identidad y con un grupo en el que integrarse. Un momento delicado, en el que ciertas cosas (una conversación con una persona admirada, un profesor en concreto, e incluso una buena obra de teatro) pueden cambiar su manera de ver la vida.
Con esto en mente, las compañías dedicadas al teatro para adolescentes, se centran en crear montajes con los que ellos y ellas puedan sentirse identificados: el primer desamor, el bullying, la influencia de las redes sociales y la importancia de una pandilla. Un ejemplo de todo esto es Dear Darwin, una obra creada especialmente para estudiantes de secundaria. Saben que manejan una fuente de alto voltaje: las emociones de unos no niños, pero no adultos, con la problemática inherente a su momento de transición.
Recursos escénicos para enganchar al público
Podría decirse que solo van al teatro los jóvenes que (por vocación o porque algún adulto se lo ha inculcado) previamente sienten pasión por este arte. Las compañías que realizan teatro para adolescentes son conscientes de esto, y se arman de todos los recursos posibles para conectar con su público: proyecciones audiovisuales, danza contemporánea, hip-hop, stop-motion, baloncesto, música rap en vivo… Aliados que se vuelven aun más necesarios en el caso de las obras en otro idioma, pero que merece la pena emplear para conseguir que los adolescentes se suban al barco y hagan el viaje que propone la obra.
El teatro para adolescentes como aproximación a los clásicos
La catarsis es más fácil cuando las obras de teatro para adolescentes tienen argumentos con los que ellos se sienten identificados (incluso puede ser una manera de ayudarles a expresar temas que les avergüenzan, especialmente en esta época de smartphones y redes sociales, en la que una felicidad no siempre real es la clave).
Pero el teatro es a la vez un muy buen instrumento para acercar a los adolescentes a los grandes clásicos, de forma más amena, y a veces efectiva, que leer el texto en casa o en clase de literatura. Al fin y al cabo, el teatro no deja de ser literatura pensada para verse sobre un escenario.
Portada de la primera edición de ‘Las tres hermanas’, de Chéjov.
Como siempre, la clave está en el mimo con el que se hacen los montajes, y en tener en cuenta al público al que van dirigidos. A partir de ahí, cualquier texto es susceptible de conectar con los adolescentes. Personajes como Irina (de Las tres hermanas, de Chéjov), una chica joven que está deseando ir a trabajar a la capital, pueden ser el fiel reflejo de un preuniversitario que sueña con encontrar empleo en una gran ciudad.
Las campañas escolares intentan que compañías e institutos aúnen esfuerzos en este sentido: en algunos casos, la compañía visita el centro antes de la representación, para explicar lo que van a ver o por qué ese clásico sigue estando de actualidad; en otros, los actores realizan un encuentro con el público tras la función, donde se exponen dudas o se plantea el debate. Este contacto sirve también para que los adolescentes aprecien el trabajo de quienes se dedican al teatro, tanto delante como detrás del telón. Estamos hablando, al fin y al cabo, del público del futuro.
Fotos: CC Alagich Katya
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